“La repetición es una oportunidad constante de cambio.”
Brian Eno.
Cualquier trabajo que provenga de este artista es fascinante y asombroso. Por más de dieciocho años el legado que ha dado a las artes visuales y a la música ha sido fundamental. Lo que comenzó como una costumbre personal de recolectar sonidos se convertiría en la llave del éxito para uno de los máximos representantes de la composición avant-garde actual: William Basinski.
Fiel admirador de los tres pilares de la música contemporánea como él hace llamar a Steve Reich, John Cage y Brian Eno, William mantuvo desde muy temprana edad el gusto por la música llevándolo a estudiar de manera profesional el clarinete y saxofón en varias escuelas en su natal Texas. El mismo año que conoció al que sigue siendo su compañero de vida y proyectos James Elaine, fue cuando el joven Basinski comenzó a comprar grabadoras baratas, capturando ruidos ambientales, sonidos que provenían de antiguos aparatos eléctricos y hasta el de los grillos o el lejano vaivén de los autobuses.
Años después se trasladaron a Williamsburg donde montaron un pequeño estudio llamado Arcadia. La peculiar forma de trabajo del artista empezó a llamar la atención de la escena musical underground de New York. Artistas como Diamanda Galas, Rasputina y The Murmurs fueron algunos de los que recurrieron a él para colaborar en proyectos audiovisuales.
Poco a poco su colección de cintas al paso del tiempo empezó a deteriorarse, fue preciso pasarlas a un formato digital. Una noche que estaba en dicho proceso, notó que las pistas que se encontraban en peor estado emitían sonidos repetitivos con errores, esa noche trató de copiar cuantas piezas pudo. La manipulación de esta serie de loops “físicos” seria el comienzo de la propuesta vertebral del artista.
La mañana del 11 de septiembre del 2001, justo antes de salir a una entrevista con la organización de arte Creative Time en el World Trade Center notó desde su ventana como crecía una columna de humo en el bajo Manhattan, resultado de los conocidos ataques terroristas a las torres gemelas. Subiéndose a la azotea de su edificio, tomó su videograbadora y comenzó a filmar el aterrador espectáculo en el cielo de Brooklyn mientras que tocaba a todo volumen su música. Al unir las imágenes con el sonido nació la que es considerada por muchos su obra maestra: The disintegration Loops. Una serie de audiovisuales llenos de melancolía y tristeza que reflejan el ambiente que se vivió durante dichos eventos.
A partir de este punto en su carrera, la vena creativa no tuvo freno. Cada entrega superaba a la anterior, los ambientes creados eran cada vez más complejos y enigmáticos convirtiéndolo en una figura icónica de los géneros Ambient y Experimental en la música actual.
Colaborar con él, se ha convertido en un privilegio, artistas como Charles Atlas, Anohni, Marina Abramovic (FUSION # 63), Richard Chartier o Johanna Constantine (FUSION # 66) dan prueba de ello. Ya sea creando audiovisuales, música o instalaciones, todas sus obras son exitosas, la mayoría expuestas en las casas máximas de arte alrededor del mundo.
La obra de William Basinski se asemeja a la milenaria técnica japonesa Kintsugi (Método de reparación sobre los objetos rotos con oro solido respetando los desperfectos que hayan surgido) con la manipulación del sonido, Basinski le da vida a esos silencios y sonidos deteriorados que creemos vacíos e inertes, celebrándolos y convirtiéndolos en piezas de arte audiovisual únicas, convirtiéndose a final de cuentas en un artista de la imperfección.
William Basinski se presentará este año en el festival Marfa Myths.
Texto: Björzh Znchz
Foto: Seth Tisue