Encontrar personas realmente apasionadas por su trabajo y que ofrezcan calidad en lo que hacen, es hoy en día más difícil que hacer que Kanye West se quede calladito y en su asiento. Por ello, lo que encontré hace algunos días en un rincón de la ciudad de Chihuahua me resultó tan sincero que tuve que detenerme a echarle un vistazo.
Luis Enrique Carreón Pedroza es zapatero por vocación desde los once años de edad, aunque conoce bien el oficio desde los seis años. Aprendiendo la tradición familiar y enamorándose de ella, Luis Enrique había encontrado su destino siendo tan sólo un infante.
Comenzando a una edad temprana y utilizando las herramientas y conocimientos heredados por sus tíos, quienes por generaciones se dedicaron a la industria del calzado, abrió su primer taller zapatero en 1985. Pasar horas en el taller cortando piel y armando suelas ha sido su vida desde hace más de 30 años.
Desde la época de los ochentas hasta la fecha, las industrias del cuero y del calzado en México han venido sufriendo un grave deterioro, al punto de que estos sectores manufactureros que para aquél entonces representaban el 3% del PIB nacional, sólo alcanzaron el 1.79% para 1992, según un estudio realizado por Esther Iglesias. En una entrevista para El Financiero, José María Neira Figarola, presidente de Canaical en ese entonces, aseguró que se cubriría la demanda nacional e internacional del zapato, sin embargo, tan sólo unos meses más tarde la industria del calzado comenzó a resentir fuertemente la caída de su producción, que se mantiene baja hasta la fecha.
Debido a esto y a los altos gastos que representaba la renta de un local, Luis Enrique tuvo que cerrar las puertas de su negocio. Dada la escasez de empleo y el fuerte deseo de continuar con su pasión, Luis Enrique siguió luchando y mudó sus herramientas de trabajo a una pequeña camioneta, donde instaló el material necesario para continuar con su trabajo y dándose cuenta de la utilidad de un taller móvil. Las cosas pintaban a su favor ya que se había hecho de clientes fieles a los que atendía con profesionalismo y entregaba trabajos con la calidad que lo caracteriza. Estaba de nuevo concentrado en el oficio al que ama y considera más bien un arte. Por desgracia, tan sólo tres meses después de la apertura, su taller móvil fue saqueado por vándalos locales que se llevaron tanto la camioneta como herramientas con un elevado valor no solamente monetario sino también sentimental, pues habían pertenecido a su familia por décadas.
Sujeto a su pasión y a su destino, Luis Enrique nunca se rindió. Meses más tarde comenzó desde cero con unas cuantas herramientas, heredadas por su familia zapatera, que colocó en una camioneta que logró adquirir con arduo trabajo, esfuerzo y paciencia; para finalmente conseguirlo en 2009. Armó su taller dentro de la camioneta con sus propias manos y le dio un nombre: “El zapatero express”. Una idea innovadora que promueve la artesanía y prueba que para el arte y la pasión no hay límites.
La fabricación de zapatos artesanales, así como la reparación de calidad requiere el entusiasmo, la técnica y la paciencia justas con las que este zapatero experto junto a Jorge Valles, su socio, cuentan. Por ello, al preguntarle si considera la fabricación de zapatos su pasión, una sonrisa iluminó su rostro entero y respondió con orgullo que así es, asegurando que cada uno de los sacrificios que ha tenido qué realizar ha valido la pena sin lugar a dudas.
Así es como en una esquina, con tan sólo una camioneta equipada, un sueño y una historia, Luis Enrique Carreón Pedroza le demuestra al mundo que al final de cuentas, todo es posible.
Txt & Foto: Fabyio Villegas.