Por: Jorge A. Hernández
La primera vez que supe de Rogelio Treviño fue hace varios años, una noche cuando atravesaba caminando la entonces lujuriosa calle Mariscal, y una de las personas que me acompañaba me dijo: “El es el mejor poeta de Chihuahua”.
Estaba parado entre un puesto de tacos y las escaleras que daban a la entrada del bar Freegay. Llevaba una boina tipo jugador de golf que porta en otras de sus fotos, vendía unas flores que parecían arrancadas de un jardín de casa.
La imagen cándida e inofensiva que tenía de los escritores en ese momento, como foto de contraportada de los libros de Grijalbo, sufrió un tropiezo al verle la marca del hambre y el frío visible en su delgado rostro.
Por mucho tiempo no supe de él, hasta después que tomé clases de teatro en Ciudad Juárez en la misma escuela que su hija Xitlali, una chica bastante talentosa para el dibujo, muy tímida y amable.
Hasta hace unas semanas vuelvo a escuchar su nombre. En los periódicos y las redes sociales hablan de su muerte. Que su cuerpo había permanecido en calidad de desconocido por alrededor de un mes y que había fallecido de hipotermia por que dormía en las calles.
Treviño alguna vez dijo: la labor del poeta es revelarlo, decirlo, cantarlo aunque le partan la madre (…) un artista inculto es una aberración del arte (…) el poeta que se vende, se alquila o maquilla sus versos, hace de su poema una prostituta verbal y eso es muy triste…(*)
El periodista y escritor Mauricio Rodríguez, comentó acerca de este artista que fue uno de esos poetas que no sólo deben de leerse sino además vivirse. “Al final de cuentas es la función primordial del artista, la de renacer a través de la emoción que provoca en el que le aprecia y él lo logró de manera precisa”.
Por su parte, Arturo Ramírez-Lara autor del libro “Cartas para dormir a Jonás” también expresó su pesar ante este lamentable suceso, calificándo a Trevino como “un tipo muy dedicado a su trabajo, cultísimo además que había leído de todo y a todos”.
Enrique Servín, escritor también chihuahuense quien conoció al poeta, nos ofrece a continución un panorama más amplio de su vida y obra, en la entrevista que ofreció para esta publicación, pero que lamentablemente por falta de espacio, tuvo que ser condensada.
“Personalmente, percibo a Rogelio como un poeta plenamente moderno en lo formal, muy adueñado de la tradición de la vanguardia, de su lenguaje y de sus recursos. Pero al nivel del discurso encuentro un contenido más bien ecléctico; una mezcla de gnosticismo y tradiciones esotéricas diversas, particularmente el Hermetismo y la metafísica de Guénon. Y también, por supuesto, una actitud romántica. A Rogelio no le hubieran molestado estos comentarios, porque él consideraba que todas las tradiciones filosóficas no son, en realidad, sino las partes dispersas de una misma sabiduría, los “fragmentos de una enseñanza desconocida”, para decirlo con el título del libro de Ouspensky, a quien él, por supuesto, leyó. Creo que la verdadera lectura de la obra de Rogelio Treviño, la lectura seria de su poesía, apenas si comienza. Se le ha admirado hasta ahora por su perfección formal, por la pasión que emana de su visión, incluso por el personaje que él mismo se afanó en construir, ya que encarnaba a la vez los estereotipos del “poeta maldito” y el “poeta romántico”. Pero no se ha hecho un análisis atento de su evolución literaria ni de su verdadero legado artístico y, por lo tanto, es difícil hablar de categorías, tendencias o influencias en su trabajo”.
¿En qué radica la importancia o grandeza de su obra Septentrión?
Es un poema extraordinario, sin duda alguna. Una obra verdaderamente sinfónica, maravillosamente rítmica, muy bien estructurada, caracterizada por un desarrollo impecable, y por una muy atrevida utilización de recursos muy poco usuales, tales como la inclusión de fragmentos de partituras musicales, la inclusión deliberada de otros textos, la utilización de frases en un idioma indígena y la incursión eventual, por decirlo así, en remansos de prosa poética, o simplemente de prosa. Pero aún así, yo no estoy seguro de que Septentrión sea su mejor poema. Es, repito, el más complejo y el más extenso, el más diverso internamente. También es el poema que marca su madurez como escrito. Sin embargo, debo confesar que no lo considero un poema perfecto; creo que abusa de la enumeración en un par de momentos, dejando al descubierto una cierta intención escritural, es decir: una ambición determinada en la concepción o el plan de escritura del poema —y que es la de la totalización, la de lograr un poema-río—, intención que de pronto se vuelve visible, evidente, y por lo tanto deja de funcionar
¿En qué se diferencia Treviño, al resto de los intelectuales de su generación?
Si por “su generación” nos referimos al par de grupos locales con los que convivió durante muchos años en Ciudad Juárez y en la Ciudad de Chihuahua, se me ocurre que habría dos grandes diferencias. La primera sería, como ya lo dije, su profunda religiosidad, su afiliación a la tradición esotérica, con la cual tuvo contacto, si no me equivoco, a través de José María Lugo, un poeta nicaragüense que vivió en el Norte de México hasta el final de su vida. La segunda, quizá derivada de la anterior, fue su casi total falta de interés en lo social, y, más específicamente, en lo político.
¿Cómo era el ambiente literario en el tiempo cuando se empieza a conocer la obra de este poeta?
Era la era anterior al Internet, y tanto Juárez como Chihuahua eran ciudades bastante aisladas y además mucho más pequeñas que ahora, al margen de la vida literaria nacional, que giraba en torno a la Ciudad de México y sus alrededores. El acceso a los libros era difícil, porque había pocas librerías y muy pocas (y muy malas) bibliotecas. Muchos jóvenes vivíamos en la ilusión de que el paraíso (la revolución socialista, el mundo igualitario y de la prosperidad permanente) estaba a la vuelta de la esquina.Los escritores nos reuníamos en cafés a leer e intercambiar y comentar libros. O en casas, a festejar y hablar de literatura. No existían revistas culturales serias, salvo las de circulación nacional, difíciles de conseguir localmente.No había premios, ni becas, ni (casi) manera de publicar fuera de la Ciudad de México, de manera que la literatura tenía algo de “espíritu de voluntariado”, algo de heroico.
¿Cómo comienza Rogelio Treviño a vivir en las calles?
Creo que, en su vida personal, el momento clave fue la ruptura con su primera esposa. Esto ocurrió hace ya muchos años, a raíz del problema de salud que Rogelio padecía, y que no es ningún secreto para nadie. Después de eso Rogelio conoció varias temporadas de recuperación y estabilidad, pero sus crisis eran recurrentes y siempre desembocaban en rupturas de todo tipo, a veces de modo muy dramático. Esto lo orilló en varias ocasiones a llevar una vida trashumante y muy precaria, durmiendo donde podía, en ocasiones por años enteros.
¿Cómo manejaba su alcoholismo?
Rogelio no solamente no hacía gran cosa por controlar su enfermedad sino que, al contrario, la consideraba una parte integral de su destino y hasta de su proceso espiritual. Así se lo dijo en numerosas ocasiones a sus amigos, así lo escribió, de manera metafórica, en algunos textos, y así lo demuestra el final de su narración autobiográfica, “La mujer que no fui”, que cierra con una dramática predicción de lo que habría de ser su fin.Rogelio no sólo lo sacrificaba todo en aras de la creación de una obra, sino que pensaba que para la creación de esa obra era necesario el autosacrificio, la autoinmolación, el desmantelamiento del “yo” aún a costa de la renuncia a la integridad física y psíquica. El alcohol fue su vía para abandonarse a ese sacrificio, aunque también podría decirse que esa ideología fue su pretexto para abandonarse al alcohol.
¿Donde pasó sus últimos días?
No sé mucho sobre esto. Parece que en una cochera que les prestaban a él y a otros amigos que lo acompañaban. En cualquier caso, las circunstancias de su muerte no quedan claras. Su cuerpo fue encontrado casi dos meses después de su desaparición. Algunas circunstancias son muy extrañas. Parece que otras dos personas murieron junto con él, si es posible decir esto. Según unas versiones, Rogelio murió en el hospital, cuando ya sus otros dos compañeros habían fallecido. Nadie avisó a los familiares. ¿Negligencia criminal? ¿Pacto suicida? Nadie reclamó los cuerpos. En fin, yo no conozco más que diferentes versiones.
¿Cuales son los elementos principales que uno encuentra en su poesía o narrativa? Una visión trascendentalista, un sentimiento de que todo es sagrado, incluso el mal, incluso el dolor. Un manejo elegante del mito religioso, especialmente los de la tradición clásica, pero también del Hinduísmo, el Hermetismo y de otras religiones. Una delicadeza extraordinaria. Una complejidad que incluye lo lírico, lo épico, lo dramático. Un manejo impecable del lenguaje, rayano en lo litúrgico, en lo ritual.
La obra de 40 años de Rogelio Treviño es el testimonio más importante que se queda para las próximas generaciones, una obra angular dentro de la poesía chihuahuense que acertadamente describe Servín para finalizar la entrevista como: “una obra sólida, transparente, muy luminosa. Digna de ser contada entre lo más valioso que produjo su generación.