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Fiesta Adult Outlet es un autocine localizado en El Paso donde se proyectan cintas porno, abierto los 365 días del año y las 24 horas. Ubicado a unos pasos de los límites del Este de la ciudad, es el segundo de su tipo en todo el estado de Texas.
Bardeado y casi resguardado por cientos de láminas, para evitar que los curiosos evadan la cuota mínima de entrada de seis dólares por persona.
Es un sitio por el cual se accesa de forma disimulada, a través de un largo corredor en forma de L que conduce a los clientes, hasta una tienda anexada al autocine donde se comercializan películas XXX y todo tipo de artículos sexuales.
Ahí los empleados llegan a cobrar la entrada, y no se inmutan en que los vehículos vengan cargados de licor, condones o lubricante. Sólo recomiendan programar la radio en el 90.1 del am para escuchar los gemidos y la música de sintetizador.
Relativamente adentro se convierte en un cagadero. En su mayoría se observan hombres caminando por un terreno desolado, oscuro, sin más iluminación que la que ofrece la luna o la enorme pantalla que flota en la nada.
Se acercan a las ventanillas de los autos para ofrecer el ano, puñetas gratuitas o blowjobs.
Se forman filas de vehículos a la orilla del baldío, y entre esos vehículos se realizan actos pornográficos en vivo. Los visitantes observan en semicírculos, algunos participan compartiendo el frasco de popers, dando o recibiendo oral.
Llegan personas para todos los gustos.
Desde el soldado de Fort Bliss en su auto moderno hasta el conductor marica del canal de televisión local. Ancianos a quienes les pesa más el alma que la misma calentura, gente deforme físicamente que da lástima, travestis del tamaño de un jugador de baloncesto, gente drogada o ahogada en alcohol.
En los rincones más oscuros de este autocine, a veces llegan Vans que sirven como moteles improvisados donde parejas cobran por verlos tener sexo o donde ofrecen servicios de prostitución con trannies (transexuales).
La diversión de esta fiesta sexual ahí no acaba. Lo que ocurre afuera en el patio porno se propaga como virus dentro en la tienda, en tres pequeñas salas de cine y diez cabinas similares a las que hay en cualquier sex shop con máquinas traga dinero.
Una de éstas salas llamada Couple Theater es sólo para parejas swingers, la cual los empleados del lugar mantienen con llave y apartada de los otros dos teatros, el Male Theater y el Main Theater, con 25 butacas cada uno y proyecciones de películas gay y buga, respectivamente.
Conforme avanza la noche, los asistentes van de un teatro a otro y se pierden el asco y sus mismas limitaciones. A pesar de la oscuridad que los envuelve, sus miradas morbosas son obvias y llaman a tocarse en grupo, en masa.
En las cabinas privadas ocurre lo mismo. Cabinas donde antes existían glory holes y que hoy están tapados con pedazos de madera como para ocultar la verguenza.
Algunos esperan dentro como prostituta de distrito rojo con la puerta abierta, e invitan a que alguien más los acompañe para un poco de in-out-in-out.
A las dos de la madrugada, el proyector cinematográfico afuera en el autocine se apaga. La mayoría prefiere irse o continuar con el recreo sexual, que para esa hora se torna más mórbido y que no concluye hasta que acaba la noche.
En cuanto se logra salir de ese enorme rectángulo de láminas y ese corredor oscuro, es palpable la agradable sensación de tranquilidad que ofrece la avenida Montana en la madrugada.
Saltan entonces las conjeturas.
El Fiesta es un lugar que a nadie le importa, porque a nadie le importa la gente que acude ahí. A la que le da igual saciar su apetito sexual en cualquier agujero que tenga movimiento y los bordes carnosos.
Los empleados llevan un aspecto ácido en la cara, porque seguro no es nada agradable terminar la jornada de trabajo, recogiendo condones del piso atestados de esperma o manchados de caca.
El Fiesta es el mejor secreto guardado en El Paso, definitivamente, pero ésta ciudad quiere que así se mantenga.
TEXTO Y FOTOS: Jorge A. Hernández