Crónicas Inesperadas III: Son Muxes y Son Muchos

Estando en la “cintura” de México entre el Golfo y el Istmo creí que el viaje sería muy corto, mas no fue así, casi medio día me llevo recorrer 258km, distancia entre Coatzacoalcos, Veracruz y Juchitán de Zaragoza, Oaxaca. Creo qué lo que hacía perderme entre los pueblitos antes de llegar a mi destino era el nerviosismo que me causaba tener una cita a ciegas con una amiga que había programado semanas antes.

Finalmente estaba en el “Queer Paradise” como lo nombran muchos de los extranjeros que lo visitan, la tierra de los “Muxes”. La manera en que son nombrados los homosexuales en la lengua Zapoteca. El lugar se asemejaba mucho a las imágenes que logré ver en videos y fotografías que hablaban del tema, un tema que es predominante en la zona. A pesar de que la localidad no tiene un foco turístico encuentras frecuentemente a turistas de otros estados de la república mexicana y el extranjero.

Los Juchitecos son personas muy amables, cuando pedí referencia para llegar al lugar de mi encuentro con mi contacto, me indicaban con santo y seña el lugar. El bar que resultó ser una cantina improvisada en una casa en el barrio de Cheguigo, estaba frente a mi esperando que entrara y yo esperando que me dijeran que no era el lugar, que las 6 personas que me dieron referencia estaban equivocadas y que me encontraba en otra cantina, otro pueblo, otro estado, otro país u otro mundo.

El olor a cerveza y aromatizante estaban casi en la misma intensidad, pero había algo en el ambiente que se percibía más fuerte, un perfume añejo, rancio. Pedí una cerveza y tomé asiento en una de las sillas metálicas típicas de cantina, cuando apenas me empezaba a sentir incómodo, desde la última puerta al final del cuarto tras una cortina azul, salieron tres mujeres hablando en voz alta palabras en español entrecortadas con palabras que según yo era Zapoteco.

Una de ellas con un pequeño vestido y unos zapatos que visiblemente le quedaban pequeños se fue a la rocola, las otras dos vinieron directamente a mi mesa, la cual miré en un gesto de nerviosismo antes de pararme y leí grabado en el latón desgastado del borde, “Chinga tu madre Ramón”. Un hola falsamente entusiasmado secundo a un “¿Tú eres el de Chihuahua verdad?” Gloria, la muxe con rasgos muy marcados obviamente la mayor de las tres, de los cinco, diez y seguramente de todos los que estábamos ahí. Se acercó para que le diera un beso y al aproximarme me percaté de que el olor de perfume rancio que predominaba en el lugar provenía de ella, Susana la otra chica sólo se conformó con un apretón de manos; se sentaron en mi mesa y empezamos a conversar.

La pregunta obligada fue ¿De dónde viene el termino muxe?, “Es lo mismo que choto, dello, maricon, mampo, puto, joto” se interrumpen entre las dos. Muxe viene del lenguaje colonial muxer y el latín mulier, su traducción literal es “mujer”. Esta palabra es utilizada por la población Zapoteca para referirse a cualquier tipo de homosexual. De este mismo vocablo, surgen términos que integran a las diversas identidades de género como: Muxe’uná (asume el rol totalmente femenino), Muxe’ngola (adulto) o Muxe’huiini (menor de edad).

¿Por qué hay tantos muxes en Juchitan? “Fue por San Chente” Gritó Martina, la chica que recién acaba de escoger una canción de Jenny Rivera en la rocola. “Lo que pasa es que Diosito le encargó a San Vicente Ferrer que repartiera a la gente en los pueblos y ciudades, ponía un hombre y una mujer, un hombre y una mujer, en un costalito aparte llevaba muxes, porque siempre tiene que haber uno de nosotros ¡Somos como regalitos! Entonces, cuando pasó por Juchitán, se le reventó el costalito y se cayeron todos los muxes”. Gloria con una mueca seria, continua: “Es que en todos lados hay, sólo que aquí nos armamos de valor y jalamos todos juntos, ¿De qué sirve que se burlen de uno, si uno es el que trabaja, cocina, barre y atiende? Mi abuelo era muxe, pero no se vestía de mujer, todos tenemos algún pariente o conocido, hermano, amigo, primo todos venimos de donde mismo, así nos tocó vivir.

Los Zapotecas consideraban a los muxes un tercer sexo, no mejor o peor que los hombres y mujeres, simplemente diferentes. Era común que formaran uniones con hombres o en grupos con otros muxes, esto siempre respaldado por los marcados matriarcados que aún existen en la zona.

¿Qué hay de sus familias? ¿Siempre los aceptaron? “A mí sí” dice Martina, “Siempre mi mamá me compraba muñecas, me hacía vestidos, me enseñó a cocer y a bordar. Yo soy todo lo que mi mamá me enseñó”. “No hay de otra” agrega Martina, “Yo creo que es más difícil para alguien que vive en la ciudad tener que aceptarse, aquí es, si eres hombrecito a trabajar al campo, a chingarle, si eres mujercita a aprender a hacer todo lo de la casa y los hijos, si eres muxe a chingarle como hombre, hacer lo que se debe de hacer en la casa y aparte divertirse a como Dios manda”.

En una familia cuando un niño tiene comportamiento amanerado todavía suele ser considerado como un buen augurio ya que el hijo muxe nunca deja desamparados a los padres, es sustento económico, apoyo moral y saben que tendrán su presencia incondicional en momentos difíciles.

En algunos casos, si un hijo varón no manifiesta un rol meramente masculino desde temprana edad, la misma madre cría al niño favoreciendo una serie de comportamientos atribuidos socialmente a las niñas. Este proceso tiene más interés de conveniencia y comodidad que de tolerancia afirman algunos.

Si en todos lados hay homosexuales, ¿Qué hay en Juchitán que los hace especiales? “Porque tenemos magia y sabor, en un principio decir que eras homosexual era mal visto, te daba vergüenza. Después, se empezaron a juntar grupos y hacer velas (fiestas) y comenzaron a maquillarse, a vestirse de mujer con el hupil y la falda. A nosotros nos tocó seguir con la tradición, hasta nos festejan en noviembre. De la vergüenza pasamos a la pertenencia, somos y estamos. ¡Somos Muxes y somos Muchos!”, sentenció Susana levantándose por otra cubeta de cervezas.

Habían pasado más de tres horas, dos cubetas de cerveza, un par de tlayudas que Martina trajo de un puesto cerca de la cantina, el aire que se respiraba ya no era aquella mescolanza de olores fuertes y rancios, había desaparecido. A esas horas de la tarde, prácticamente éramos los últimos. Desapareció el mundo, solo éramos nosotros, hablando de ese mundo que acepta y no, que reconoce e ignora y precisamente creo que ahí radica la magia de esta gente, en crear su propia realidad. Ignoro si es un grado de conciencia y de entendimiento vital o simplemente gente que se reveló ante los estándares sociales y vive de la manera en que ellos mismos se permiten vivirla.

Actualmente todo el ambiente muxe en la región está un poco dividido, algunos siguen fieles a la tradición discreta, otros han visto el auge de este tema como su oportunidad para sacar provecho. Grupos como el Binni Laanu, documentales como el de Alejandra Islas llamado: “Muxes: Auténticas, intrépidas y buscadoras de peligro”, activistas como Amaranta Gómez y Felina Santiago le dan un giro sociopolítico que muchos critican. Su intervención efectiva o no, su divulgación e interés nos da conciencia de una visión que nuestros antepasados ya habían logrado  y que en la actualidad parece que cada vez es menos importante: El bien común.

TEXT: BJORZH ZNCHZ @bjorzh

FOTO: NELSON LOPEZ MORALES