Hablar de Juárez me seduce, me encanta, me embriaga. El ultimo recurso que me queda cuando me siento solo, es caminar por las calles de centro y vestirme de polvo, de smog y de los aromas del mercado. La música la llevo por dentro, no requiero de IPOD ni de celular con hartos gigas de espacio para ponerla. El cerebro es un artista solitario con mucho RAM que me obliga a cantarme hacia adentro. Caminar por Juárez me produce música por antonomasia.
Hablar de Juárez es participar con sus fantasmas, los caídos y los que siguen vigentes, es llamar a los recuerdos y llorar por las nostalgias. En Juárez las etapas de vida han sido varias y muy marcadas, no dudo en decir que en el país no hay una ciudad tan polémica y camaléonica como la nuestra. Los que hemos vivido algunas de sus transiciones vemos con tristeza el Juárez de antes y el Juárez de hoy, sin embargo, y a pesar de toda esta amalgama de hermenéutica social, y a pesar de su cara cacariza, la ciudad es lo que tengo por cama y cobija. Aquí nací, en el norte de los nortes…EN JUÁREZ NACÍSTE, EN JUÁREZ CRECÍSTE…EN JUÁREZ REZISTE..
Me he bebido varias de las metamorfosis de mi ciudad: la transición del PRI al PAN en los ochentas, evento icónico en la Republica y aún mas en la política. La crisis de diciembre del 94-95, el “error de diciembre”, hizo de la economía local un lastre. La muerte lenta del Cine Victoria y todos los otros que terminaron como basurero o demolidos. Las Muertas de Juárez, y los cuerpos del campo algodonero. La caída de la Torres Gemelas hizo que los puentes –que usamos casi a diario- rompieran record de espera y de humillaciones. La partida de las maquilas. La impugnación de unas elecciones turbias y la decisión de instalar un histórico Concejo, si no me equivoco el primero en la Republica. La doble presidencia de un solo Alcalde. La violencia que aportó mas del 30% de los muertos totales del país. El cierre de los negocios, las tienditas del barrio, la desaparición de la Calle Mariscal, y de la Avenida Juárez. Las casi cuarenta mil casas abandonadas por la crisis violenta y laboral. La masacre de Villas de Salvárcar. La lepra que padece el Centro, mi centro de la ciudad. He sobrevivido en la “ciudad mas violenta del mundo”, -asi como algunos medios internacionales la sellaron-. Aquí estoy, siendo testigo de cada una de sus páginas.
Mi ciudad no fue la excepción y se me ha permitido verlo como actor y como espectador desde una palestra diferente. De aquellas bandas que son auténticas y que se presentan como un definido movimiento orgullosamente local, son los Motocacas. Músicos de extraordinaria inteligencia y fina picardía, extractos de toda una ralea con un pasado artístico, que llevan los gérmenes del Borderland ceñidos en la sangre y en los tatuajes de su piel. Por desgracia ésta columna es movida por la desgracia del vocalista que tuvo un accidente y terminó quemado en buen porcentaje de su cuerpo, necesita de ayuda y no solo moral, si no monetaria para solventar gastos debido a la gravedad de su estado. Se llama Alejandro Valtierra, es mas juarense que el que escribe: yo llevo a Germán Valdez en mi reloj pero él lo lleva tatuado en una de sus piernas y mejor aún, en su alma fronteriza. No solo hablar de Juárez me apasiona, sus personajes, como éste, son flores que emergen entre un enorme basurero. Hay que regarlos, y verlos crecer.
Habrá eventos relacionados con “ayudar”, pero si alguien quiere anticiparse, hay una cuenta bancaria 084 790 437 0 de Banorte.
TXT: Ramón Quintana Woodstock
refrigerador97@hotmail.com
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